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Los fundamentalistas con frecuencia rechazan la práctica católica de pedir a los ángeles y los santos que rueguen por nosotros. Pero la Biblia nos guía en el sentido de invocar a los que están el cielo y pedirles que oren por nosotros.

Así, en el salmo 103 oramos "Bendigan al Señor todos sus ángeles, héroes poderosos, que ejecutan sus órdenes apenas oyen el sonido de su palabra. Bendigan al Señor todos sus ejércitos, sus servidores, para hacer su voluntad" (Sal 103, 20-21). Y en el versículo con que comienza el salmo 148 decimos "¡Aleluya! Alaben al Señor desde los cielos, alábenlo en las alturas, alábenlo todos sus ángeles, alábenlo todos sus ejércitos."

No solamente aquellos que están en el cielo oran con nosotros, también oran por nosotros. En el libro del Apocalipsis, Juan ve que "...los cuatro Seres Vivientes se postraron ante el Cordero. Lo mismo hicieron los veinticuatro ancianos [los líderes del pueblo de Dios en el Cielo] que tenían en sus manos arpas y copas de oro llenas de perfumes, que son las oraciones de los santos" (Ap 5, 8). O sea que los santos en el cielo ofrecen a Dios las oraciones de los santos en la tierra.

Los ángeles desarrollan la misma función: "Otro ángel vino y se paró delante del altar de los perfumes con un incensario de oro. Se le dieron muchos perfumes: las oraciones de todos los santos que iba a ofrecer en el altar de oro colocado delante del trono. Y la nube de perfumes, con las oraciones de los santos, se elevó de las manos del ángel hasta la presencia de Dios." (Ap 8, 3-4)

Jesús mismo nos previno acerca de no ofender los niños pequeños, pues sus ángeles guardianes tienen acceso garantizado al Padre para intercesión: "Cuídense, no desprecien a ninguno de estos pequeños. Pues yo se lo digo: sus ángeles en el Cielo contemplan sin cesar la cara de mi Padre del Cielo" (Mt 18, 10)

Por ser el único Dios-hombre y Mediador del Nuevo Pacto, Jesús es el único mediador entre el hombre y Dios (1 Tm 2, 5), pero esto no significa en modo alguno que no podamos o no debamos pedir a nuestros hermanos Cristianos que oren por nosotros o con nosotros (1 Tm 2, 1-4). En particular, debemos pedir la intercesión de aquellos Cristianos en el cielo, quienes ya han alcanzado su santificación, pues "La súplica del justo tiene mucho poder..." (St 5, 16).

Como muestran los siguientes textos, los primeros Padres de la Iglesia no solamente reconocieron claramente la enseñanza bíblica sobre que aquellos en el cielo pueden interceder por nosotros, sino que además aplicaron esa enseñanza en su propia vida de oración diaria.

 

Hermas

"[El Pastor dijo:] 'Pero aquellos que son perezosos e indolentes en la oración, dudan pedir cualquier cosa del Señor; pero el Señor está lleno de compasión, y da sin falta a todos aquellos que le piden. Pero tú, [Hermas,] habiendo sido fortalecido por el santo ángel [que viste], y habiendo obtenido de él tal intercesión, y no siendo indolente, por qué no le pides al Señor entendimiento, y lo recibes de El? (El Pastor 3: 5:4 [80 D.C.]).

 

Clemente de Alejandría

"De modo que él [el verdadero cristiano] es siempre puro para la oración. El también ora en la sociedad de los ángeles, siendo ya de rango angélico, no está nunca sin sus santos cuidados; y aunque ora solo, tiene el coro de los santos permanentemente [orando] con él" (Misceláneas 7: 12 [208 D.C.]).

 

Orígenes

"Pero el sacerdote máximo [Cristo] no ora solitario por aquellos que oran sinceramente, sino que también lo hacen los ángeles... lo mismo las almas de los santos que ya se han dormido" (Oración 11 [233 D.C.])

 

Cipriano de Cartago

"Recordémonos unos a otros en concordia y unanimidad. En ambos lados [de la muerte] oremos siempre unos por otros. Aliviemos cargas y aflicciones mediante el amor mutuo, De modo que si alguno de nosotros, por el movimiento de la condescendencia divina, debe partir primero, nuestro amor pueda continuar en la presencia del Señor, y nuestras oraciones por nuestros hermanos y hermanas nunca cesen en presencia de la misericordia del Padre" (Cartas 56[60]: 5 [253 D.C.]).

 

Anónimos

"Atico, duerme en paz, seguro en tu salvación, ora ansiosamente por nuestros pecados" (inscripción funeraria cerca de Santa Sabina en Roma [300 D.C.])

"Ora por tus padres, Matronata Matrona. Ella vivió un año, cincuenta y dos días" (ibid.).

"Madre de Dios, [escucha] mis peticiones; no nos abandones en la adversidad, sino que rescátanos del peligro" (Papiro Ryland 3 [350 D.C.]).

 

Metodio

"Salve por siempre, Virgen Madre de Dios, nuestra alegría incesante, vuelvo a ti otra vez. Tú eres el principio, mitad y fin de nuestro gozo; la perla de gran precio que pertenece al Reino; la grasa de cada víctima, el altar viviente del Pan de Vida [Jesús]. Salve a ti, tesoro del amor de Dios. Salve, fuente del amor del Hijo para el hombre... Tu destellas, dulce Madre que se nos regala como especial concesión, con la luz del sol; tú destellas con los profundos fuegos de la más ferviente caridad, manifestando en el fin aquello que fue concebido de ti... haciendo palpable el misterio oculto e inexpresable, el invisible Hijo del Padre –el príncipe de la paz, quien en una maravillosa manera se muestra a sí mismo como mas pequeño que toda pequeñez" (Oración de Simeón y Ana 14 [305 D.C.]).

"En consecuencia, te rogamos [te pedimos], la más excelente entre las mujeres, quien se gloria en la confianza de sus honores maternales, que incesantemente nos conserves en tu pensamiento. O Santa Madre de Dios, recuérdanos, te digo, quien hace de ti nuestro alarde, y quien en los himnos de agosto celebra la memoria, la cual vivirá por siempre, y nunca se desvanecerá." (ibid)

"Y tú también, Oh honrado y venerado Simeón, tú primer anfitrión de nuestra santa religión, y profesor de la resurrección del fiel, sé nuestro patrono y abogado ante el Dios Salvador, por quien fuiste juzgado digno de recibir en tus brazos. Nosotros, en comunión contigo, cantamos nuestras alabanzas a Cristo, quien tiene el poder de la vida y la muerte, diciendo, "eres la verdadera Luz , procedente de la verdadera Luz; el verdadero Dios, engendrado por el verdadero Dios" (ibid).

 

Cirilo de Jerusalén

"Entonces [durante la plegaria Eucarística] hacemos mención también de aquellos que ya se han dormido; primero, los patriarcas, profetas, apóstoles y mártires, que a través de sus oraciones y súplicas Dios pueda recibir nuestras peticiones... (Conferencias Catequéticas 23: 9 [350 D.C.])

 

Hilario de Poitiers

"Para aquellos que desean permanecer [en la gracia de Dios], ni la protección de los santos ni las defensas de los ángeles están ausentes" (Comentario sobre los salmos 124: 5: 6: [365 D.C.])

 

Efraín el Sirio

"Ustedes mártires victoriosos que soportaron alegremente tormentos por el amor al Dios y Salvador, ustedes que tienen la audacia de hablar al mismo Señor, ustedes los santos, intercedan por nosotros que somos hombres tímidos, pecadores y llenos de indolencia, pedid que la gracia de Cristo venga sobre nosotros, e ilumine todos nuestros corazones de tal manera que podamos amarle. (Comentario sobre Marcos [370 D.C.]).

"Recuérdenme, ustedes herederos de Dios, ustedes hermanos de Jesucristo; supliquen el Salvador sinceramente por mí, y tal vez pueda ser liberado a través de Cristo quien lucha conmigo día a día" (El temor en el final de la vida [370 D.C.]).

 

La liturgia de San Basilio

"Por el mandato de tu Hijo Único engendrado nos comunicamos con la memoria de tus santos... por cuyas oraciones y súplicas se obtiene misericordia sobre nosotros, y nos liberan por el amor de su santo nombre". (Liturgia de San Basilio [373 D.C.]).

 

Pectorio

"Ascandio, padre mío, muy amado de mi corazón, con mi dulce madre y mis hermanos, recuerda tu pectorio en la paz del Pez [Cristo]" (Epitafio de Pectorio [370 D.C.]).

 

Gregorio de Nazianzo

Puedas [Cipriano] mirar propiciamente sobre nosotros desde lo alto, y guiar nuestra vida y nuestras palabras; y pastorear este sagrado rebaño... Que se alegre la Santísima Trinidad, delante de la cual te encuentras" (Oraciones 17[24] [380 D.C.]).

"Sí, estoy bien seguro que la intercesión [de mi padre] ahora es de más provecho que sus instrucciones en los días pasados, pues ellos está más cerca de Dios, ahora que se ha sacudido de sus grilletes corporales, y liberado su mente de la arcilla que la oscurecía, sostienen sencillas conversaciones con la claridad de la más excelente y pura mente..." (ibid., 18:4).

 

Gregorio de Niza

"[Efraín], tú que estás ante el divino altar [en el cielo]... llévanos a todos en el recuerdo, pidiendo para nosotros la remisión de los pecados, y la dulzura del reino eterno" (Sermón sobre Efraín el Sirio [380 D.C.]).

 

Juan Crisóstomo

"El, que viste la púrpura [i.e. un hombre de la realeza] está parado suplicando a los santos que sean sus patronos ante Dios, él que viste una diadema implora al fabricante de tiendas [Pablo] y al pescador [Pedro] como patronos, aunque ya estén muertos (Homilías sobre 2 Corintios 26 [392 D.C.]).

"Cuando percibas que Dios te está corrigiendo, no vueles donde sus enemigos... sino donde sus amigos, los mártires, los santos, y todos aquellos que agradan a Dios, y que tienen gran poder [en Dios]" (Oraciones 8:6 F396 D.C.]).

 

Ambrosio de Milán

"Pedro, quien lloró tan eficazmente por sí mismo, pueda llorar por nosotros y volver hacia nosotros el benigno rostro del Señor" (El Trabajo de Seis Días 5:25:90 [393 D.C.]).

 

Jerónimo

"Has dicho en tu libro que mientras vivamos podemos orar unos por otros, pero después cuando hayamos muerto, la oración de ninguna persona por otra será escuchada... Pero si los apóstoles y mártires mientras aún están en su cuerpo pueden orar por otros, en un momento en que todavía deben estar pendientes de sí mismos, cuánto más harán después de haber recibido sus coronas, victorias y triunfos?" (Contra Vigilancio 6 F406 D.C.]).

 

Agustín

"Los Cristianos celebran juntos en religiosa solemnidad los memoriales de los mártires, tanto para animarse a imitarlos como para así poder compartir en sus méritos y ser ayudados por sus ruegos" (Contra Fausto el Maniqueo [400 D.C.]).

"Hay una disciplina eclesial, como sabe el creyente, de que los nombres de los mártires son leídos en voz alta en el altar de Dios, pero estas no son oraciones ofrecidas por ellos. Hay oraciones que sin embargo sí son ofrecida por el difunto que es recordado. Esto es por que es errado rogar por un mártir, mas bien a sus oraciones debemos encomendarnos nosotros mismos." (Sermones 159:1 [411 D.C.]).

"En la mesa del Señor no conmemoramos a los mártires en la misma forma en que lo hacemos por otros hermanos que ya descansan en paz, sino más bien pedimos que aquellos puedan orar por nosotros para que sigamos sus huellas" (Homilías sobre Juan 84 [416 D.C.]).

"Las almas de los muertos en santidad no están apartadas de la Iglesia, menos ahora incluso que están en el Reino de Cristo. De otra manera no habría recuerdo de ellos en el altar de Dios y en la comunicación del Cuerpo de Cristo" (La ciudad de Dios 20:9:2 [419 D.C.]).

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